Con los años, el mundo escolar ha aprendido la centralidad del contexto para el trabajo de todo colegio o escuela. No es lo mismo educar en Antofagasta que en Puerto Montt o, dentro de la Región Metropolitana, en Providencia que en Pudahuel. Por ello, hoy aspiramos a que cada establecimiento tenga su propio proyecto educativo, declarando sus grandes orientaciones en su contexto específico (geográfico, socioeconómico, cultural, religioso, etc.). Para animar esta contextualización, decidimos no redactar otro proyecto educativo común, sino un Ideario que ofrezca principios compartidos y oriente el desarrollo de proyectos educativos específicos de cada colegio o escuela vinculada a la Compañía de Jesús en Chile. Desde una perspectiva histórica, este Ideario es el cuarto documento jesuita para orientar el trabajo escolar en Chile.

Este Ideario es fruto de un proceso participativo, de octubre 2021 a diciembre 2022, que incluyó a educadoras y educadores de los 16 colegios y escuelas vinculados a la Compañía de Jesús en Chile. La reflexión colectiva se centró en aquellos puntos de nuestra propuesta educativa que requerían una palabra ignaciana actualizada. Además, este proceso fue ocasión para acoger los últimos lineamientos de la Compañía de Jesús a nivel mundial para el trabajo escolar, que quedaron plenamente integrados en este Ideario y sus principios orientadores para los proyectos educativos de los colegios y escuelas.

¿A quiénes se dirige este Ideario? Principalmente, a quienes educan en los colegios y escuelas vinculados a la Compañía de Jesús en Chile, sean establecimientos jesuitas o “compañeros en la misión”. Las familias también encontrarán aquí una visión actualizada sobre los grandes ideales que guían a estos establecimientos en la diversidad del sistema educativo nacional. Anhelamos que este Ideario sea fuente de orientación e inspiración.

Con los años, el mundo escolar ha aprendido la centralidad del contexto para el trabajo de todo colegio o escuela. No es lo mismo educar en Antofagasta que en Puerto Montt o, dentro de la Región Metropolitana, en Providencia que en Pudahuel. Por ello, hoy aspiramos a que cada establecimiento tenga su propio proyecto educativo, declarando sus grandes orientaciones en su contexto específico (geográfico, socioeconómico, cultural, religioso, etc.). Para animar esta contextualización, decidimos no redactar otro proyecto educativo común, sino un Ideario que ofrezca principios compartidos y oriente el desarrollo de proyectos educativos específicos de cada colegio o escuela vinculada a la Compañía de Jesús en Chile. Desde una perspectiva histórica, este Ideario es el cuarto documento jesuita para orientar el trabajo escolar en Chile.

Este Ideario es fruto de un proceso participativo, de octubre 2021 a diciembre 2022, que incluyó a educadoras y educadores de los 16 colegios y escuelas vinculados a la Compañía de Jesús en Chile. La reflexión colectiva se centró en aquellos puntos de nuestra propuesta educativa que requerían una palabra ignaciana actualizada. Además, este proceso fue ocasión para acoger los últimos lineamientos de la Compañía de Jesús a nivel mundial para el trabajo escolar, que quedaron plenamente integrados en este Ideario y sus principios orientadores para los proyectos educativos de los colegios y escuelas.

¿A quiénes se dirige este Ideario? Principalmente, a quienes educan en los colegios y escuelas vinculados a la Compañía de Jesús en Chile, sean establecimientos jesuitas o “compañeros en la misión”. Las familias también encontrarán aquí una visión actualizada sobre los grandes ideales que guían a estos establecimientos en la diversidad del sistema educativo nacional. Anhelamos que este Ideario sea fuente de orientación e inspiración.

  1. Aspiramos a que los colegios y escuelas jesuitas y compañeros en la misión realicen una colaboración fundamental al sistema educativo nacional, a través de (a) una educación de calidad con sello jesuita o ignaciano para quienes estudian con nosotros, y (b) una participación activa en las discusiones sobre el futuro de la educación nacional y las políticas que le dan forma.
  2. Por vocación, nos preocupan (a) el progreso del país y (b) la educación de todo niño, niña y joven, no sólo la de quien estudia en nuestros establecimientos. Por ello, compartimos el ideal de una educación pública integral de calidad, con coherencia nacional y pertinencia territorial, basada en capacidades locales y participación de las comunidades educativas.
  3. Creemos, sin embargo, que lo público es lo que nos concierne a todas y todos; y esto no se puede reducir a lo estatal. Aspiramos a un sistema educativo nacional en que el Estado y las entidades privadas colaboramos para ofrecer educación de calidad para todas y todos, con espacio para distintos proyectos educativos según la diversidad de visiones de mundo. Trabajamos para que haya una perspectiva amplia e inclusiva de lo público, que sea un aporte para el sistema en su conjunto.
  4. Entre nuestros colegios y escuelas hay establecimientos particulares-pagados y subvencionados- gratuitos. Cada uno colabora en el desarrollo del sistema educativo nacional desde su realidad, ofreciendo una educación según este Ideario y aspirando a acercar realidades y construir el bien común. Dicho lo anterior, nos interpela la ampliación de la brecha en el gasto por estudiante entre la educación pagada y la educación subvencionada, que constatamos durante los últimos años, y nos sentimos desafiados a reflexionar sobre cuánto se requiere para educar con calidad, así como a desarrollar incidencia pública y mecanismos de solidaridad para reducir esta brecha y sus consecuencias.
  1. Nuestros colegios y escuelas quieren ser un aporte al sistema educativo nacional desde su identidad específica: están animados por un espíritu católico deseoso de dialogar con el mundo y proponer el Evangelio de Jesús. Esto lo hacen en cuanto instituciones escolares con currículum humanista; buscamos “evangelizar educando y educar evangelizando”.
  2. Que sean establecimientos jesuitas o ignacianos significa que proponen un seguimiento de Jesús y una pertenencia a la iglesia al modo de San Ignacio de Loyola y la tradición centenaria de la Compañía de Jesús; es decir, un modo específico –no un modo alternativo– de ser católicos. Esto debiese ser claro, y con signos visibles y permanentes para todas y todos.
  3. Por lo anterior, nuestros colegios y escuelas: (a) tienen una propuesta pastoral; (b) celebran las fiestas litúrgicas más importantes de la iglesia, incluyendo los días de sus santos patronos; (c) tienen relación con su parroquia y la diócesis local, buscando que el estudiantado reconozca a la iglesia más allá de los muros de su establecimiento; (d) ofrecen clases obligatorias de educación religiosa –que no necesariamente exige ser creyente– para que el estudiantado conozca la fe y el pensamiento de la comunidad católica; y (e) ofrecen la opción de recibir los sacramentos de iniciación cristiana, ya sea en el mismo colegio o junto con la parroquia más cercana.
  4. Los colegios y escuelas están abiertos a toda persona que quiera recibir una educación según este Ideario, independiente de su identidad religiosa (personal o familiar). Aspiramos a formar personas respetuosas, empáticas, orientadas al servicio, y con una espiritualidad profunda. No esperamos que toda persona que egresa de nuestros establecimientos sea católica, pues la fe es una gracia y se siembra con gratuidad y amor. Sin embargo, ofrecemos una base para la vida fundada en la visión y la antropología cristianas, que lleva a buscar la verdad, el bien y la belleza, con seriedad, gratitud, esfuerzo y respeto por el prójimo, especialmente el o la más débil.
  5. Para realizar lo anterior, necesitamos (a) equipos directivos, agentes de pastoral y formación, y jefaturas de curso que crean en este Ideario, de preferencia católicos y católicas; (b) que los demás educadores y educadoras compartan este Ideario, siendo capaces de formar el corazón de niños, niñas y jóvenes, y ofreciéndoles criterios de discernimiento y altos ideales evangélicos; y (c) que estudiantes y familias valoren este Ideario, con apertura y disposición a dejarse formar y acompañar. Además, se requiere formación ignaciana permanente para los educadores y educadoras, y –según la realidad de cada contexto– intentamos ofrecer ayudas concretas para aquellas familias deseosas de formar a sus hijas e hijos en la fe.
  1. Dado que la misión de la Compañía de Jesús es “el servicio de la fe, de la cual la promoción de la justicia es un requerimiento absoluto”, todo colegio y escuela jesuita y compañero en la misión debiera tener un compromiso fundamental con la justicia y la solidaridad. Aspiramos a que nuestras instituciones anticipen la sociedad justa y solidaria que anhelamos.
  2. Este compromiso toma distintas formas según la realidad y contexto de cada colegio y escuela, pero supone una aspiración transversal a la inclusión como estándar ético compartido. Como en la Parábola del Buen Samaritano (Lc 10, 25-37), quisiéramos que ninguna causa de exclusión nos sea indiferente, ya sea socioeconómica, por necesidades educativas especiales, por temas de género o identidad sexual, por diferencias religiosas o culturales, etc.
  3. Por lo anterior, (a) todos nuestros colegios pagados ofrecen becas o tienen algún mecanismo de financiamiento que permite el acceso a personas que de otro modo no podrían ingresar; (b) cuidamos que –donde hay más postulantes que las vacantes disponibles– el proceso de admisión sea transparente y justo, sin discriminación arbitraria; y (c) implementamos programas para que todo el estudiantado, independiente de sus condiciones socioeconómicas, culturales o cognitivas, se sienta acogido y tenga las mismas oportunidades de formación y aprendizaje.
  4. Ante asuntos relativos al género y la diversidad sexual, nuestros principios orientadores son la apertura, el reconocimiento y el respeto de la dignidad de toda persona como hija o hijo de Dios, acogiendo a todas y todos con amor y sin discriminación. El acompañamiento en estas materias será desde criterios evangélicos y una perspectiva del desarrollo integral de la persona en todas sus dimensiones (afectiva, cognitiva, social, corporal-sexual y espiritual). Debe ser un acompañamiento oportuno, que atienda a una progresiva construcción de la identidad y al cultivo de una vida saludable y en plenitud, con herramientas de autoconocimiento, el examen ignaciano, etc.
  5. Las comunidades educativas requieren formación transversal en temas de inclusión y, además, formación especializada para aquellos equipos que –por su rol– deben acompañar ciertos procesos. Como las familias tienen un rol central en esta materia, serán informadas y formadas para adherir a una postura institucional de acogida de la diversidad y promoción del diálogo y el acompañamiento.
  6. Esta aspiración a la inclusión en distintos ámbitos y dimensiones de la actividad escolar introduce tensiones económicas, culturales, religiosas, etc. Cada colegio o escuela, con su entidad sostenedora, deberán discernir y gestionar estas tensiones con generosidad y responsabilidad, reconociendo las limitaciones que impone la realidad, a la vez que buscando e imaginando modos de trascender dichas limitaciones con creatividad y solidaridad.
  7. Además de aspirar a formar “personas para y con los demás”, el compromiso fundamental con la justicia y la solidaridad implica que toda persona que trabaja en nuestros colegios o escuelas debiese tener un trabajo digno, con condiciones justas, fruto de un esfuerzo institucional permanente de mejora.
  1. Nuestros colegios y escuelas son humanistas, en el sentido de poner al centro del proceso educativo a la persona y su desarrollo armónico integral.
  2. Aspiramos a una educación de calidad que se refleje en excelencia humana. Es decir, en la formación de personas (a) conscientes de sí mismas y el mundo en que viven, con sus profundas desigualdades y desafíos; (b) compasivas, porque son capaces de escuchar, acoger y solidarizar con las y los demás; (c) comprometidas con los hombres y mujeres de su tiempo, desde el modo de ser de Jesús y su propuesta de Evangelio; y (d) competentes para aportar en la transformación del mundo mediante sus conocimientos y habilidades, por ser capaces de aprender, desaprender y reaprender, con cantidad y variedad de recursos personales para servir.
  3. El objetivo de formar personas competentes implica que la excelencia humana incluye la excelencia académica, así como altas expectativas del desempeño de cada miembro de cada comunidad educativa, según sus capacidades y contexto. Por ello, aunque nuestra idea de calidad educativa es mucho más amplia que lo medido a través de las pruebas estandarizadas, esta idea incluye el anhelo de que todo colegio y escuela tenga un desempeño alto en estas pruebas. El estudiantado debiese alcanzar niveles satisfactorios de logro de los objetivos de aprendizaje definidos por la normativa nacional para su edad y curso.
  4. En el fondo, esta idea de calidad educativa significa ofrecer las condiciones para que cada estudiante se despliegue plenamente, desarrollando aquello que va descubriendo como su vocación y proyecto de vida. Esto exige una educación integral que no sea una mera suma de ámbitos de acción o del conocimiento (asignaturas académicas, experiencias pastorales, deportes, arte, etc.) sino que haya un núcleo interno que le dé unidad, orgánica y sentido al conjunto. Para nosotros, ese núcleo son Jesús, como modelo de persona, y su proyecto de vida según el Evangelio.
  5. Esta educación humanista integral exige mayor integración curricular que la asignaturización predominante hoy. En nuestros colegios y escuelas, esto significa un diálogo profundo entre las áreas (a) académica, con sus departamentos (que encarnan modos de entender la realidad), y (b) de pastoral y formación, que coordina el acompañamiento integral del estudiantado que creemos que Jesús haría hoy (espiritual, psicológico, etc.). Este diálogo debiese permear los objetivos de aprendizaje que declaramos, así como la gestión de los tiempos y recursos. Las jefaturas de curso y los equipos de ciclo son fundamentales para realizar esta integración curricular.
  6. En las aulas, y fuera de ellas, aspiramos a ver estudiantes aprendiendo activamente, así como a docentes acompañando estos procesos con las metodologías más apropiadas para ello.
  7. Finalmente, el verdadero impacto de nuestra educación no se puede medir por cómo es el estudiantado al momento de egresar de nuestros colegios y escuelas, sino por qué eligen y cómo comprometen sus vidas en las décadas posteriores. Es decir, la mejor evaluación de nuestra calidad educativa es cuánto y cómo las personas que han egresado de nuestros establecimientos aman y sirven, transformando y dejándose transformar por el entorno en que les toca vivir.
  1. Desde nuestra identidad católica e ignaciana, practicamos y enseñamos el diálogo con otras visiones de mundo, especialmente con otras tradiciones espirituales. Como Jesús, queremos estar abiertos a los otros y las otras: quienes comparten nuestra cultura (como los judíos de Galilea y Judea), quienes llegan a nosotros de otra cultura (como el centurión en Mt 7, 1-10), e incluso a quienes nos podrían rechazar (como los atenienses a San Pablo en Hch 17, 16-33). Nuestros colegios y escuelas debiesen ser lugares de diálogo –desde la identidad católica– con personas de diversos orígenes.
  2. Nuestros colegios y escuelas preparan a sus estudiantes para la ciudadanía global, de modo que se identifiquen primero y fundamentalmente como miembros de la familia humana, antes que como miembros de un grupo particular. Aspiramos a que cada estudiante sea consciente de su identidad (nacional, regional, cultural, religiosa, etc.), pero sin hacerla absoluta.
  3. Esta preparación para la ciudadanía global debiera ser una clave transversal del currículum, con (a) ejemplos globales en las distintas asignaturas y experiencias; (b) una preocupación por la enseñanza del inglés u otro idioma que permita la comunicación con otras culturas; y (c) la promoción de proyectos y experiencias de encuentro con personas de otras realidades, incluyendo una atención especial a los grupos históricamente marginados del país o el continente. Pertenecer a la Federación Latinoamericana de Colegios de la Compañía de Jesús (FLACSI), así como a la Red Global Jesuita de Colegios, debiera ser un recurso fundamental para esta preparación para la ciudadanía global.
  4. En nuestra aproximación a la vida común en democracia, buscamos enseñar derechos y deberes en unidad y equilibrio, a partir del principio de la co-responsabilidad. En particular, promovemos el deber de la participación, a través del voto y la opinión informada en los debates públicos. También, buscamos desarrollar el liderazgo y la organización social como modos de aportar al bien común.
  1. En el contexto actual de crisis socioambiental, nuestros colegios y escuelas buscan educar en la conciencia de que vivimos en una “casa común” seriamente deteriorada a causa de un modelo de progreso que no ha pesado suficientemente las consecuencias de la lógica extractivista y expansiva para los grupos históricamente marginados y para las generaciones futuras. Ante ello, requerimos con urgencia de nuevas actitudes y formas de vida, más austeras y comunitarias, que permitan un desarrollo humano sostenible como fruto de una conversión personal y colectiva.
  2. Esta búsqueda se manifiesta en que el currículum ayuda al estudiantado a comprender bien fenómenos como el calentamiento global, la pérdida de hábitat que está llevando a ciertas formas de vida al borde de la extinción, la conexión entre las crisis social y medioambiental, etc., incluyendo una reflexión ética al respecto, desde las humanidades y la teología.
  3. En consecuencia, esta búsqueda implica que nuestros colegios y escuelas aspiren a ser medioambientalmente sostenibles, a través de políticas concretas para reducir el consumo de agua y energía, la generación de residuos, etc. Esto se alinea con las orientaciones del Ministerio del Medio Ambiente para la gestión ambiental de establecimientos educacionales, y debiera ser declarado en el proyecto educativo específico de cada colegio o escuela.
  1. Promovemos que nuestros colegios y escuelas sean ambientes sanos y seguros, libres de cualquier forma de abuso. Desarrollar estos ambientes es un proceso permanente, que apunta a que cada persona tenga vínculos sanos consigo misma, con las y los demás, con Dios y con su entorno. Se trata de vivir una cultura del buen trato, basada en los valores del respeto, la confianza, el diálogo, el autocuidado y una integración adecuada del conflicto y la diferencia.
  2. Por acción u omisión, en algunos colegios y escuelas se han cometido abusos de distinto tipo, que han dañado profundamente a las víctimas. Buscamos enfrentar estos abusos cometidos en la historia por medio del reconocimiento, la reparación y la prevención.
  3. Las anteriores aspiraciones y compromisos se sostienen en estrategias concretas, diseñadas para abordar el tema. Cada colegio y escuela cuenta con una persona encargada de la prevención de abusos, y hay formación continua para los educadores y educadoras en el tema, junto con una revisión periódica de protocolos y manuales de conducta. Además, la Compañía de Jesús tiene un Centro de Prevención y Reparación de Abusos (CPR), que es un recurso fundamental para supervisar el trabajo preventivo y acompañar las respuestas institucionales ante eventuales casos de abuso.
  4. Un aspecto clave para el desarrollo de estos ambientes sanos y seguros es el trabajo de la dimensión socioemocional de cada persona. Por ello, le damos un lugar relevante en nuestro currículum, considerando las claves de la espiritualidad ignaciana y la educación emocional. Asimismo, concebimos la salud mental integralmente, en vínculo con el desarrollo de la cultura, la recreación, el deporte, la alimentación, y otros elementos.
  1. Nuestros colegios y escuelas tienen un rol social fundamental, que exige hacernos responsables de estar ofreciendo realmente la calidad educativa, la excelencia y las condiciones antes descritas. Esta responsabilización, hacia dentro y hacia fuera de cada comunidad escolar, transparente e inspirada en valores cristianos, es un elemento constitutivo de nuestra educación.
  2. Por ello, “pedimos gran profesionalismo en quienes ejercen la docencia o funciones directivas. Manejamos indicadores de logro, evaluamos permanentemente los procesos y productos …, el desempeño de las personas y el comportamiento de las instituciones … Alentamos en las personas y en las instituciones el hábito de pedir y dar cuenta de lo que hacemos, en lo particular y en lo general, para agradecer o para enmendar”. En concreto, aspiramos a que, en cada colegio y escuela, cada miembro de la comunidad educativa sea activo para pedir y dar cuenta de la calidad de su trabajo a través de los canales adecuados: el estudiantado a sus docentes, y viceversa; el equipo docente a sus jefaturas y equipo directivo, y viceversa; cada institución a las familias y adultos responsables que han confiado en ella, y viceversa; etcétera.
  3. Con estos resultados e información, estamos llamados a discernir los caminos para la mejora continua de nuestra educación y nuestros procesos, potenciando las capacidades de cada uno y cada una para amar y servir. Aspiramos a tomar decisiones coherentes con este Ideario, usando evidencia robusta, tanto cuantitativa como cualitativa.
  1. Toda persona que trabaja en nuestros colegios y escuelas es un educador o educadora, pues –de distinto modo y según su rol– colabora en la formación del estudiantado. Como se señaló anteriormente, anhelamos que todo educador y educadora comparta este Ideario.
  2. Creemos en un desarrollo profesional que es fruto del encuentro entre (a) los intereses y vocación de cada educador o educadora, y (b) las necesidades institucionales identificadas por cada equipo directivo. Esto lleva a una valoración mutua, del educador o educadora hacia el colegio o escuela, y del establecimiento hacia el educador o educadora, con sus talentos y potencialidades. La oferta formativa de la Escuela de Educadores y Directivos de la REI debiese ser central para la formación identitaria permanente de todo educador y educadora en nuestras instituciones.
  3. Entre el conjunto amplio de educadores y educadoras, reconocemos especialmente a quienes tienen la responsabilidad directa de acompañar los procesos de aprendizaje del estudiantado, tanto desde el área académica como desde el área de pastoral y formación. Supuesto el esfuerzo personal de cada estudiante en su propio proceso educativo, estos educadores son el factor más importante para lograr niveles adecuados de aprendizaje. Por ello, buscamos docentes y agentes de pastoral y formación con vocación y compromiso, altas expectativas del aprendizaje de sus estudiantes, y competencia técnica y profesional.
  4. Ante la rotación docente que caracteriza el sistema educativo nacional, soñamos con un cuerpo docente estable, que es acompañado para ofrecer calidad educativa con sello jesuita o ignaciano. Este acompañamiento busca mantener vivo el llamado vocacional y, junto con las condiciones laborales adecuadas, facilita desarrollar carreras docentes y retener a quienes muestran un alto compromiso y desempeño.
  1. Puesto que los desafíos de la educación y la formación no se pueden acotar a los procesos estrictamente escolares, organizamos nuestras instituciones en diálogo e interacción con su entorno, convocando a las familias y estableciendo diversas redes de colaboración.
  2. Nuestra educación releva a las familias, por tener la primera responsabilidad en la educación de los niños, niñas y jóvenes a su cargo. Tenemos altas expectativas de la colaboración recíproca entre familia y colegio o escuela, como una alianza fundamental para educar integralmente con coherencia (entre lo que se dice y hace en la casa y en el colegio o escuela). Esta relación se debiera fundamentar en el respeto, la comunicación, el compromiso con el niño, niña o joven, la confianza mutua, y los sellos y valores del proyecto educativo local, que se basa en este Ideario.
  3. Acogemos y acompañamos a las familias, con sus diversas configuraciones y procesos, en función de la educación integral de los niños, niñas y/o jóvenes a su cargo. Para esto, usamos diversas estrategias y acciones, incluyendo alianzas con otras instituciones, que permiten ofrecerles herramientas en habilidades parentales que les ayuden en su tarea educadora y formativa.
  4. Nuestro modelo de gestión da una relevancia especial a la colaboración. Todos los equipos de trabajo, estudiantes y familias en cada colegio y escuela adquieren progresivamente un modo de proceder que incluye colaborar donde sea valioso para alcanzar el bien mayor.
  5. Los colegios y escuelas jesuitas y compañeros en la misión forman la Red Educacional Ignaciana (REI), que busca encarnar este Ideario en distintos contextos geográficos, socioeconómicos y culturales, y aportar al país desde la colaboración en torno a este ideal educativo.
  6. Según sus posibilidades, y sin perder su autonomía, cada colegio o escuela de la REI comparte solidariamente la riqueza de sus procesos y su crecimiento con los demás miembros de la red. Esto incluye su experiencia profesional, pedagógica, organizacional, e incluso su infraestructura. En una red que incluye colegios particulares-pagados y subvencionados-gratuitos, y que busca promover la justicia y la solidaridad, el prisma fundamental para comprender estas dinámicas colaborativas es que todo establecimiento tiene mucho que aportar y que aprender del resto.
  7. Nuestros colegios y escuelas también establecen redes en su contexto local –regional o comunal– con otros colegios, escuelas y agencias públicas, con ONGs comprometidas con el bien común, y con su parroquia y la diócesis respectiva. Estos intercambios permiten enriquecer el propio proyecto educativo, a la vez que aportar lo propio para el bien del territorio en que habitan las familias y los educadores y educadoras que forman la comunidad educativa.